Desde que somos pequeños nos enseñan sobre el cuidado personal, pero de manera muy general este término se refiere, en la gran mayoría de los casos, a cómo nos percibimos de forma exterior. Nos recalcan una y otra vez una serie de acciones que repetimos día a día hasta convertirlas en hábito: lavarnos los dientes, ducharnos a diario o usar ropa limpia, y esto termina siendo, a la larga, lo que entendemos por autocuidado.
Pero ¿qué sucede cuando vamos creciendo? A no mucho andar nos damos cuenta de que el autocuidado no encierra, necesariamente, lo que nos instalaron en la mente cuando éramos pequeños; por el contrario, surgen nuevas acciones, más profundas, que debieron estar siempre aprendidas, pero en la mayoría de las personas no ocurrió así.
¿De qué estoy hablando? Te preguntarás. Te hablo de hábitos de cuidado integral, tan importantes para nuestra vida como los cuidados físicos.
En otras palabras, me refiero al cuidado en tu alimentación, no de la cantidad sino de la calidad de los alimentos y cuán útiles pueden ser para tu organismo; te hablo del cuidado del sueño, de un descanso reparador y con las horas adecuadas; del movimiento de tu cuerpo con la actividad física siempre presente. Y, por supuesto, de las emociones, esas que surgen en ti, por tus propios pensamientos o motivadas por otros, de cómo las manejas y cómo las expresas. Abarcando con ellas, además, el amor propio, la autoestima, el respeto por los demás, la sensibilidad y, por qué no, la valentía para enfrentar los obstáculos.
Sin duda, a muchos de nosotros no nos hablaron de este tipo de autocuidado. Lo tuvimos que aprender en el camino, con tropiezos, con dificultades y para algunos después de sufrir una enfermedad o una pérdida importante. Pero, te cuento un secreto: ¡nunca es tarde para aprender!
Te invito a hacer una pausa y leer estos tips para empezar a cuidar de ti:
Realiza al menos 30 minutos de actividad física acorde a tus capacidades (mínimo 3 veces por semana). – Organiza y prepara tu alimento en casa; siempre será la opción más sana. – Organiza tu día antes de dormir: traza una idea de lo que debes hacer al día siguiente. Si es necesario, anótalo para liberar tu mente de preocupaciones y lograr conciliar más fácilmente el sueño. – Realiza alguna rutina de relajación que se adecúe a tus gustos: pintar, leer o meditar. – Aléjate de cualquier acto que te provoque un desequilibrio emocional.
Y lo más importante: busca ayuda, porque no hay nada malo en reconocer que necesitas ayuda profesional para lograr el cuidado integral que te llevará a vivir en armonía y en sincronía con tu entorno, teniendo una vida más sana y feliz.
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