Cines, salas de conciertos, museos, bibliotecas, universidades y tantos otros espacios donde se respira cultura día a día, han permanecido cerrados durante meses en Chile y en otros países.
Las expresiones artísticas han sido fuertemente afectadas por las medidas de resguardo adoptadas para protegernos de la pandemia del Covid 19, sin embargo no es poco lo que se ha mantenido activo y, en muchos casos, se abrieron accesos gratuitos a actividades antes impensadas.
Recuerdo que uno de los primeros conciertos que pude ver y oír en sistema remoto fue el de “Fito Páez En Casa”, en marzo de este año, desde Buenos Aires. Un poco antes había sido el turno de Jorge Drexler, con su “Concierto sin público” transmitido desde San José, Costa Rica. Y como ellos luego desde diversos países, músicos de variados estilos y gustos, nos brindaron sus recitales, todos gratuitos, por cierto.
En septiembre fui parte de las más de 100 mil personas que vimos la película “Tengo miedo torero” vía streaming. La cinta, basada en la novela de Pedro Lemebel, fue un éxito de taquilla pocas veces visto en la industria cinematográfica nacional. No era gratis, como tampoco lo son espectáculos de teatro, cine, música y otras expresiones artísticas, por las cuales hoy se empieza a pagar para asistir, aunque se ejecuten remotamente.
Todavía esperamos una vacuna anti COVID 19 para sentirnos más seguros y salir de casa sin mayores barreras, mientras tanto los diversos públicos se van acostumbrando poco a poco a estos nuevos formatos y soportes de expresión, unos pagados, otros de libre acceso.
Desde el punto de vista de los creadores, algunos se han sentido más fecundos que nunca durante los meses de encierro, pero para otros la falta de calle y de contacto con sus semejantes ha sido de una penosa improductividad. Sequía total de inspiración, acusan.
En cuanto a las audiencias, las que nunca pagaron para ver un concierto o ir al cine antes de la pandemia, difícilmente lo habrían hecho desde marzo de este año. Quienes tienen la costumbre de visitar museos y bibliotecas y de asistir de vez en cuando a un seminario o un foro panel, hoy son asiduos participantes de los más diversos conversatorios y han podido, quizás -como siempre lo desearon- ver museos de diversas ciudades desde sus computadores o teléfonos móviles.
La pandemia no ha terminado, la cultura sobrevive, el arte pervive y sigue habiendo públicos para todo, los que disponen de tiempo libre y sin él, los que cuentan con dinero y los que no lo tienen. Pero, sin duda que hemos ganado en acceso libre, vía Internet, a mucha actividad cultural antes limitada a lo presencial. Y lo que se ha ganado no deberíamos perderlo nunca más.
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